jueves, 6 de abril de 2017

Las Cortes de León


En relación a la carta enviada por el alcalde D. Antonio Silván al Sr. Puigdemont, quisiera hacer las siguientes apreciaciones.

Ni en Cataluña ni en León hubo durante toda la Edad Media, ni después, lo que hoy se entiende por parlamentarismo; por mucho que la UNESCO diga lo contrario y nos guste el lema de «cuna del parlamentarismo» para atraer a los turistas. Según la Real Academia Española, parlamentarismo es el «sistema político en que el poder legislativo está confiado al Parlamento, ante el cual es responsable el Gobierno». Las asambleas de los siglos X a XII, llamadas Cortes, eran en cambio al principio sínodos o concilios de la Iglesia hispánica, en las que si bien podían tratarse también asuntos civiles y políticos, en ningún caso puede hablarse de parlamentarismo, ateniéndonos al citado significado del término, pues estas Cortes no legislaban por sí solas ni había un «poder ejecutivo» que respondiera ante ellas. En cambio sí eran representativas, pero con una forma de representatividad que nada tenía que ver con los partidos políticos ni con los diputados irresponsables.

Repasemos brevemente la historia de las Cortes de León. Destruido el reino godo en 711, heredan su espíritu cristiano, monárquico y representativo los primeros reconquistadores astures, que no podían pensar en aquellos primeros siglos de Reconquista más que en defender día y noche el pedazo de terreno sobre el que apoyaban sus pies. Dos siglos después, ya se trataron asuntos de gobierno en los concilios de León en 914 y en los de Astorga de 934 y 937. En 1020 Alfonso V convoca al concilio de León «omnes pontífices, et abbates, et optimates regni Hispaniae», quienes tomaron acuerdos tanto eclesiásticos como civiles. Hubo también concilios a los que acudieron nobles en Compostela (1124), Palencia (1129) y Salamanca (1178). A las Cortes de Toledo de 1135 concurrió multitud innumerable de plebeyos «para ver, oír y alabar a Dios», como dice la Crónica de Alfonso VII, quien convocó «a los ciudadanos y a todos los ayuntamientos de Castilla». A las Cortes de León de 1188 convocadas por Alfonso IX (que como vemos no son las primeras), asistió el Rey, «cum archiepiscopo, et episcopis, et magnátibus regni, et cum electis civibus, et singulis civitátibus». Ciertamente, en medio de aquel continuo batallar para defender los hogares cristianos y contener a la morisma, no se interrumpe la tradición representativa y cristiana, convirtiéndose lentamente los Concilios en Cortes, y apoyándose recíprocamente, para la solución de los graves negocios de Estado, el clero, la nobleza y el pueblo, llamados los tres brazos del reino. En los siglos posteriores, los reyes de León y de Castilla convocarían Cortes para oír los deseos de sus súbditos, que les asesoraban. Los reyes estaban sujetos a las leyes y fueros del reino, que habían de cumplir y hacer cumplir.

Las Cortes medievales no tenían por tanto nada que ver con el Parlamento que se erige en representante de la llamada soberanía nacional, cuyo origen en España, rigurosa y objetivamente, se encuentra en las mal llamadas Cortes de Cádiz. Estas supuestas Cortes —usurpando la soberanía constituida que por derecho correspondía al monarca, desterrado durante una guerra por la independencia que el pueblo (y no esas Cortes) empieza bajo el lema de «Dios, Patria y Rey»— promulgan la Constitución de 1812, calcada de la de la Francia revolucionaria (a la que combaten los españoles) e imponen un nuevo régimen, obligando a todos los vecinos y al clero a jurar la Constitución y prohibiendo que se modificase cualquier artículo de la misma.

Bien haría el señor alcalde, en lugar de invitar a León a un reconocido sedicioso para hablarle de un parlamentarismo que —tal y como hoy se entiende— no tuvo su origen en León, en declararlo persona non grata en nuestra ciudad, pues considero que ningún enemigo de España puede ser bienvenido en León.

Comunión Tradicionalista de León
Círculo Pedro Balanzátegui

Diario de León, 06/04/2017

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